Jacinto, de 39 años, es propietario de una tierra que ha estado cultivando como modo de vida durante los últimos cinco años. Jacinto vive en Oio, Guinea-Bissau, la región más pobre del país, donde el 69% de los cabeza de familia son analfabetos y el 60% de los niños no acude a la escuela. Su familia está formada por 14 personas y la mayor parte de los niños trabaja en el campo. Si Jacinto existiera de verdad, sería el prototipo de los 350 agricultores que decidieron unirse al ‘Farmers’ Club’ de Oio en 2010, un proyecto impulsado por ADPP-Guinea-Bissau, la organización hermana de Humana en este país. ¿El objetivo? Aprovechar el enorme potencial agrícola de la región para salir de la pobreza. En este caso, a través de iniciativas energéticas que se suman al resto de actividades que el programa promueve entre los agricultores locales.
La formación de los agricultores ha sido indispensable para que las instalaciones técnicas funcionen y para crear conciencia sobre la importancia de la energía sostenible. Además, los miembros del club han aprendido unos de otros, compartiendo experiencias y recursos y trabajando juntos en la compra/venta de sus productos para obtener los mejores precios.
Según los técnicos del proyecto, la formación de los agricultores desempeña, además, un rol crucial en la reducción de la pobreza en Guinea-Bissau, uno de los países más pobres del mundo, donde el 60% de la población vive con menos de dos dólares al día, lo que lo sitúa en el puesto 176 de 187 en el Informe Sobre Desarrollo Humano en 2012 de la ONU. Aunque el sector agrícola emplea al 85% de la mano de obra del país, las áreas rurales continúan siendo las más olvidadas: el 94,3% de la población no tiene acceso a electricidad.
Sistemas de energía solar
El ‘Farmers Club’ de Oio, que estará funcionando hasta finales de octubre de 2015, incluye la instalación de 24 sistemas de bombeo de agua mediante energía solar, tanto tanques de agua como elementos de riego para campos de cultivo, y 51 sistemas solares de iluminación para instituciones sociales (escuelas, mezquitas, centros médicos…). Los paneles solares instalados varían dependiendo del uso de cada edificio: por ejemplo, las escuelas contarán solamente con un panel de cinco bombillas, suficientes para iluminar la habitación. Por su parte, el centro comunitario necesita de tres paneles ya que, en principio, se utilizará para actividades de ocio como ver partidos de fútbol en torno a la televisión, y las instalaciones de suministro de agua requieren de una importante inversión en sistemas fotovoltaicos con, al menos, cinco paneles.
Marta Mansilla, técnica de proyecto, explica que “ha sido un gran logro para la comunidad. Por ejemplo, gracias al sistema solar establecido en el centro de salud, ahora es posible atender casos de urgencia. Todavía les falta mucho material, pero al menos tienen luz eléctrica en vez de tener que usar velas. El jefe de la unidad me transmitió su felicidad”.
Centro de producción comunitaria con biofuel
El proyecto también incluye la instalación de 15 centros de producción comunitaria con biofuel que funcionarán, además de para la generación de energía, para promover la creación de pequeñas empresas entre los agricultores rurales. Marta señala que “el centro está diseñado para que los agricultores procesen sus productos, organicen la venta de estos procesos y generen ingresos. Pero también para que comiencen pequeños negocios que les permitan aumentar sus ingresos, crear empleo y desarrollar su sistema de producción agrícola”.
El resultado es que no sólo la familia de los agricultores asociados se está beneficiando del club, sino también el resto de la comunidad, ya que se traduce en una mejora de las condiciones de vida. “El trabajo común ha creado importantes conexiones y relaciones entre los miembros de los clubs y las instituciones locales, regionales y nacionales”, concluye Marta.