Disponer de un huerto con cultivo ecológico es fantástico. También lo es tener un espacio para aprender cómo respira la tierra y dedicarle las horas de ocio. Pero lo mejor es la cohesión conseguida entre los activistas, la solidaridad interna teniendo en cuenta el origen tan diverso de cada uno de ellos. Ésta es la principal virtud del huerto social que impulsan el Ayuntamiento de Palau-solità i Plegamans (Barcelona) y Humana junto a los Huertos Municipales de Can Boada.

El grupo humano formado en Palau-solità i Plegamans gracias al programa 3C.
Este huerto social se enmarca en el programa de agricultura urbana 3C Cultivemos el Clima y la Comunidad, presente en cinco municipios catalanes, dos más en la Comunidad de Madrid y uno en la provincia de Sevilla, con más de 500 activistas en total, entre usuarios y familiares y amigos.
Las cifras que dibujan la trayectoria del huerto social, activo desde hace ocho meses, son éstas: hay ocho activistas activos, vecinos de Palau-solità i Plegamans, que han producido casi dos toneladas de hortalizas y verduras ecológicas. Es una media de 243 kilos por parcela, una cifra nada despreciable para unas personas la mayoría de las cuales no tenía conocimientos previos de horticultura. La producción es para autoconsumo a pesar de que cuando ha habido un excedente relevante lo han cedido solidariamente a Cáritas.

Laureà Muñoz.
Laureà Muñoz, de 77 años, es uno de los activistas: “No tenía ni idea de trabajar la tierra y un día me propuse tener un pequeño huerto en casa. ¡Fue fatal! Me llamó la atención este proyecto y me presenté con muchas ganas. En realidad no sabía nada de horticultura, ¡el nombre de muchas plantas ni me sonaba! Pero me encanta porque me relaja y no pienso en nada más mientras estoy allí. ¡Y qué decir de los tomates! Incluso hay hortalizas, como berenjenas y calabacines, que no me gustaban y ahora las como… ¡porque las he producido yo!”.
El Ayuntamiento y Humana firmaron en septiembre del año pasado un convenio de colaboración para implementar este huerto social. El Consistorio cedió el terreno y Humana lo gestiona y proporciona un técnico agrícola que forma a los activistas. Se puso en marcha en febrero y, después de realizar la selección de usuarios, la mayoría de los cuales son derivados de Servicios Sociales, el trabajo en la tierra empezó en marzo con la delimitación de las parcelas, de 60 m2 cada una.
La concejal de Medio ambiente y Gestión Ambiental, Luisa Fernández, indica que los objetivos “son sensibilizar la población en relación a un comportamiento sostenible con el medio ambiente, fomentar la cultura de la agricultura ecológica a nivel local y promover la integración social”.

Norbert Froufe.
Norbert Froufe, y Jordi Cabestany, ambos de 60 años, compartían un pequeño terreno en las huertas del municipio vecino de Caldes de Montbui; se han pasado al 3C donde siguen siendo una piña. “Al enterarme de este proyecto, me interesó enseguida”, explica el primero, profesor jubilado de primaria. “La experiencia me está aportando más de lo que pensaba. Al principio valoraba sobre todo las virtudes de la agricultura ecológica pero lo que me atrae cada vez más es que éste es un espacio transversal. En nuestra sociedad no hay espacios donde encontrar gente tan diversa. Normalmente te relacionas con personas que piensan como tú o con las que compartes experiencias parecidas. Aquí hemos formado un grupo humano que resulta muy interesante. Cada cual tiene sus ideas y su bagaje, faltaría más, pero por encima de todo he encontrado una solidaridad interna muy chula. Y ello es gracias en buena parte a Albert”, añade.

Jordi Cabestany.
Albert Amorós, que es el técnico agrícola, ha destacado desde el principio la cohesión del grupo: “Cada cual tiene su parcela pero hay tareas comunes que hay que hacer entre todos. Se ha generado una buena dinámica colectiva”. Jordi Cabestany lo corrobora: “Tenemos muy buen rollo, el ambiente es muy chulo, es muy importante saber compartir y trabajar en equipo”.

Juan Pedro Buendía.
Juan Pedro Buendía, de 63 años, es el único activista todavía está activo laboralmente, es director comercial de una empresa de exportación. “Me aficioné al huerto en Alemania, me enseñó mi suegro. Me encanta ver crecer las verduras y estar en contacto con la naturaleza. Eso sí, no tenía ni idea ni de plagas ni de combinar cultivos ni de acciones preventivas”, confiesa, “valoro mucho la formación que estamos recibiendo”.

Assumpció Bassa.
Assumpció Bassa y Paqui Carrillo son, de momento, las únicas mujeres activistas. Ambas tenían experiencia previa porque han pasado por los Huertos Municipales de Palau-solità i Plegamans e incluso la primera procede de una familia de agricultores. “Somos un grupo muy diverso y nos llevamos muy bien”, destaca Asunción, de 70 años, “estoy aprendiendo muchas cosas sobre agricultura ecológica”. Paqui, de 68, reconoce: “Encuentro muy creativa esta experiencia, me llena mucho trabajar la tierra, prácticamente vengo cada tarde. Y qué gozada ver los tomates y las berenjenas… Abres la nevera y sientes el olor, ¡es tan natural! Compras un tomate del súper y no sabe ni huele a nada”.

Paqui Carrillo.
Uno de los activistas más habladores es Casimiro Castillo, de 65 años. Se apuntó como entretenimiento al jubilarse… y ha quedado atrapado por el huerto. “En verano no hemos comprado tomates en la tienda. Qué diferencia con los que hemos producido aquí, no hay color”, indica. “Conocí este proyecto gracias a la web del Ayuntamiento y vi una oportunidad”, continúa y asegura que “más que cultivar, a menudo parece que estamos en una batalla campal. ¿Con los compañeros? ¡Ni mucho menos! ¡Con los ácaros, los pájaros y los bichos que se lo quieren comer todo! ¿Qué quién gana? Bueno, ¡de momento todos comemos del huerto!”. Y confiesa: “Estoy contentísimo, siempre que vengo me lo paso muy bien”.

Casimiro Castillo.