Las tres primeras participantes del nuevo Programa de Voluntariado Internacional ya han regresado a España. Marta, Corinne y Alessandra tienen ahora por delante un mes en el que van a recorrer varios países europeos para concienciar a la población de la importancia del desarrollo sostenible, partiendo de los conocimientos y experiencia adquiridos. Confiesan que la experiencia ha sido una “intensa mezcla de emociones”.

Alessandra Brachamann, en la escuela de Zambia donde realizó el voluntariado.
Las primeras participantes del Programa de Voluntariado Internacional, creado con la colaboración de One World Center (OWC), entidad con sede en Dinamarca, son Marta Pujol, de 29 años y natural de Begues (Barcelona); Corinne Koch, siciliana de 25 años y Alessandra Brachmann, brasileña de 23 años. Actualmente hay 12 participantes en el programa: tres han finalizado su periplo en África, cinco no lo han completado aún y cuatro empezarán el próximo mes de enero.
El programa dura 10 meses: los tres primeros se llevan a cabo en el centro de OWC en Lindersvold, Dinamarca; los seis siguientes en alguno de los países africanos o India en los trabajan nuestros socios locales y, las últimas cuatro semanas, se desarrollan de nuevo en Europa con el fin de llevar a cabo labores de sensibilización y comunicación.
Tras el período inicial de formación, Marta estuvo en un proyecto en Mzimba, Malawi; Corinne en Amalika, también en Malawi, y Alessandra, en Zambia. Las tres han colaborado en distintas escuelas rurales en labores de reconstrucción de los edificios, formación de profesores y dinamización y desarrollo comunitario.
“Lo primero que sentí antes de aterrizar en Zambia fue emoción”, explica Alessandra, “tenía curiosidad y deseaba ver con mis propios ojos lo que había estudiado durante tres meses en Dinamarca. El primer impacto fue tremendo, todo era nuevo y no podía dejar de observar cada detalle”.

Un momento del trabajo desarrollado por Marta en Malawi.
Para la voluntaria brasileña, involucrarse durante medio año en un proyecto en Zambia le ha cambiado la perspectiva en muchos aspectos: “Al principio me sentí alejada de las personas y de su cultura debido a la disparidad de realidades”, confiesa, “pero con el tiempo empecé a darme cuenta de que tenían muchas cosas que enseñarme, incluso más de las que yo podría enseñarles a ellos”.
¿El voluntariado ha transformado sus vidas? Alessandra reconoce qué ha aprendido en el país africano: “A ser más paciente y menos egoísta. A preocuparme por los demás y compartir lo que tenía. He descubierto que comer juntos con las manos y en el mismo plato es más divertido y humano que hacerlo solo. Estás con los pies descalzos, juegas y te ensucias, es una conexión entre los seres vivos y la naturaleza. También he aprendido a usar menos tecnología, la creatividad y los materiales simples nos hacen más fuertes y nos vinculan entre nosotros, podemos mantener más conversaciones, hacer más bromas, estar presentes y atentos unos a otros”.
El programa está dirigido preferentemente a jóvenes de entre 22 y 36 años, aunque no tiene límite de edad. Los únicos requisitos son: ser una persona con sensibilidad por temas de cooperación internacional al desarrollo y medio ambiente, ser independiente, autónoma, creativa, abierta a nuevas experiencias, deseosa de afrontar nuevos retos y con una gran capacidad de adaptación a las condiciones del terreno en el que se llevan a cabo los programas de cooperación. Además, es necesario contar con un nivel de inglés medio, dado que la formación en Dinamarca se lleva a cabo en este idioma. La labor en terreno gira en torno a cuatro grandes ámbitos de actuación: educación, agricultura, desarrollo comunitario y prevención de enfermedades como VIH/SIDA.

Como Marta, Corinne desarrolló su etapa de voluntariado en Malawi.
El objetivo del Programa de Voluntariado Internacional es que los participantes aporten nuevos puntos de vista y capacidades que contribuyan al progreso de las comunidades del Sur en las que se integran durante seis meses. Asimismo, a su vuelta a Europa, se convierten en activistas que ayudan a difundir la importancia del desarrollo sostenible, partiendo de los conocimientos y experiencia adquiridos en terreno.
“Hay una falta de desarrollo tecnológico”, insiste Alessandra, “pero no hay nada aburrido allí, incluso si solo observas a las personas, porque sientes las buenas energías, siempre te los encontrarás cantando, bailando y agradecidos por lo que tienen. Creo que los ‘países desarrollados’ estamos olvidando que el desarrollo más importante es entre los seres humanos y la naturaleza. En esto tenemos mucho que aprender de Zambia”.
Más información:
Elena Jiménez – 91 432 07 34