La educación como herramienta de lucha contra la pobreza

La educación podría definirse como un proceso de socialización a través del cual se desarrollan capacidades físicas e intelectuales, habilidades, destrezas, técnicas de estudio y formas de comportamiento ordenadas con un fin social. Esta definición cobra especial importancia cuando ponemos el foco en los países en vías de desarrollo.

En lugares como Mozambique, donde aproximadamente el 52% de sus 21 millones de habitantes vive en la pobreza, acceder a un sistema educativo de calidad es un gran desafío. Tras lograr la independencia de Portugal en 1975 comenzó una guerra civil que finalizaría en 1992. Durante el conflicto fueron cerradas o destruidas más de 3.400 escuelas, la mitad de las infraestructuras educativas, y muchos maestros y maestras huyeron del país o murieron. El resultado fue una red escolar deficiente e insuficiente para cubrir las necesidades de la población.

No hay que olvidar que la mayoría de los países en desarrollo cuentan con una población muy joven y, por tanto, sus oportunidades de futuro y de una vida digna dependen de las capacidades y habilidades que adquieran a lo largo de ella. A modo de ejemplo, cuando un agricultor mozambiqueño no tiene un grado mínimo de alfabetización y pretende vender sus productos en el mercado local es muy probable que no saque de ellos todo el rendimiento que podría por no saber sumar, restar, multiplicar o dividir.

Desafortunadamente, esta situación se repite en muchos lugares. Bien como consecuencia de conflictos bélicos, sociales, políticas educativas erróneas, falta de inversión en el sector educativo, estrategias dirigidas por instituciones financieras internacionales o asuntos de otra índole, la realidad es que en la actualidad la cantidad de menores de edad que no asiste a la escuela asciende a 93 millones, cifra que supone más del total de la población de Filipinas. La mayor parte son niñas, de las que casi el 80% vive en África subsahariana y Asia meridional. La educación es la herramienta más poderosa para acabar con la pobreza. A través de una educación básica de calidad, los niños y niñas adquieren el conocimiento y las aptitudes necesarios para adoptar formas de vida saludables, protegerse del VIH /SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual, y asumir un papel activo en la toma de decisiones de índole social, económica y política a medida que transitan desde la adolescencia a la edad adulta (UNICEF 2010).

Especial interés reviste la educación de las niñas. Muchas de ellas no tienen acceso a la red escolar debido a prácticas patriarcales que las relegan al ámbito doméstico o a embarazos prematuros que les impiden asistir a la escuela. Diversos estudios constatan que invertir en la educación de las niñas es un valor seguro, ya que redunda en el beneficio de toda la unidad familiar. Por este motivo y porque, en definitiva, es un derecho que nos asiste, la educación de mujeres y niñas debe ser una estrategia prioritaria a nivel global.

A modo de conclusión, quisiera destacar que independientemente de los informes, estadísticas y diversas publicaciones sobre los beneficios de la educación en todos los ámbitos, formal, no formal e informal, considero que deberíamos pensar en ella como si fuera una puerta que nos lleva a un mundo lleno de oportunidades de futuro. Este es el reflejo de la visión de Elena, una mujer mozambiqueña que conocí en Cabo Delgado, hoy en día maestra de primaria e inspiradora de estas letras.

Vanessa Gutiérrez

Departamento de Proyectos

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